Pinto

Tengo que escapar, huyo. Me alejo lo más que pueda, lo intento con urgencia, con exasperación, angustiado, pero la distancia física no la puedo replicar en mi cabeza; allí, los trazos se movilizan con autonomía, cobran volumen como columnas gigantes y agrietadas que atropellan cualquier propósito de fuga. Pinto.
 
Me convenzo de tener otras ocupaciones, otros oficios, otras glorias salariales. Pinto. 
 
En los días mudos, insípidos, sin espíritu donde todo es más fácil y todo es más difícil. Pinto.
 
Estremecido por el vacío. Por tan poco significado, tan poca vida y tan poca muerte. Minúsculo, pequeño, fútil en el universo. Pinto.
 
Con vigor. Reconciliado con la vida, siendo yo el día. Con brillo. Con la dictadura del instinto. Etéreo. Anticipado, explicándolo todo. Pinto cuando me odio, cuando me idolatro. Con todo el ego. Confiado, soberbio.
 
Con rigor para borrar las huellas. En un impulso. Con decoro, con obscenidad. Sin nada que decir. Con ambigüedad o certeza. Para morir, para revivir. Pinto.
 
Por el porqué y por el aunque. En contra y a favor. Con la redundancia que tedia en mi calesita. Con las calles violentas. Buscando el hogar, ese hogar. Por él, resistiéndome a él. Arrebatando los colores. Con la música en vinilo, con impaciencia por tener que cambiar el vinilo. 
 
Con rabia, con amor, con desilusión, con el más claro y analgésico pesimismo, con ira. Con el más iluminado optimismo. Con pasión, con lujuria, con perversión. Pensando en otra, pensando en ella.
 
Pinto para dejar de pintar, pinto para seguir pintando. Qué más da, mi remanso, mi guerra. 
 
Llega otro año. Pinto.